César Vega Rodríguez: Represent! ‘Illmatic’ de Nas. Beats, rimas y crack #FueEn1994

Illmatic, el debut de Nas, es uno de los más grandes discos de los años ‘90. Es, podría argumentarse, uno de los grandes álbumes de todos los tiempos, llevando al hip-hop a un nuevo nivel lírico y estilístico, con sus múltiples referencias al jazz, el soul y el funk, envueltos con una potente producción contemporánea. El álbum salió a la venta el 19 de abril de 1994, hace exactamente 30 años.

El siguiente texto fue originalmente publicado en el número 3 de la edición en papel del fanzine La Trampa del Bulevar, en noviembre de 2012. Es la primera vez que aparece en línea. Lo traemos de nuevo a colación para celebrar las tres décadas de Illmatic, para sumarnos a la conversación con un rescate hemerográfico y como pretexto para volver a ponerle play al disco. Vaya que vale la pena. 

por César Vega Rodríguez

Amo el hip-hop. Y lo amo porque para mí es algo como esa pequeña isla que todos necesitamos para olvidarnos de la crueldad y la negatividad que haya fuera. He encontrado en él la forma de arte más honesta, directa y con la que más me identifico. Transmite muchísimos sentimientos y emociones, lo que el buen arte está destinado a ser. Amo el hip-hop porque me ha enseñado más sobre la vida que asistir años a la preparatoria o a la universidad. Y de todos los discos, artistas y canciones que recuerdo, creo que uno en especial tendrá reservado su lugar en mi alma de aquí al día en que me muera. Quisiera aprovechar este espacio para hablarles de un disco esencial, brutal, único. Este disco es el Corán, la Biblia o como le quieran decir. Un manifiesto contundente. Un disco perfecto. Illmatic.

Para los que dicen que el hip-hop es hablar de drogas, mujeres y ser un gangsta, una pequeña introducción no caería mal. A través de su historia, la música negra ha brotado como un reflejo de la realidad. A mayor miseria, mayor creatividad. El blues es un claro espejo de la mentalidad esclava de la comunidad afroamericana en los años veinte. El Renacimiento de Harlem tuvo sus grandes momentos al mismo tiempo que la Gran Depresión. El soul fue el vehículo en que se movió el movimiento por los derechos civiles, la época en que las conciencias negras despertaron. El hip-hop no rompe la regla. La música en las comunidades afroamericanas es, primordialmente, una herramienta de supervivencia. El hip-hop para muchos ni siquiera es considerado una manifestación artística válida. Qué bueno, detesto ese término. Cuando un chico del ghetto decide dedicar su vida a la música sabe que no puede fallar o está perdido. En una entrevista ?uestlove llegó a decir que el crack es el principal responsable de este movimiento. ¿Qué carajos? Pues sí.

A finales de los años ‘60, el movimiento por los derechos civiles había terminado y los cambios reales y prácticos en los Estados Unidos en cuanto a racismo eran nulos. J. Edgar Hoover consideraba a las Panteras Negras el enemigo público número uno en Norteamérica, a lo que el gobierno y el FBI respondieron con una sencilla solución: inundar los barrios y comunidades afroamericanas de cocaína y crack. Parecía increíble, pero a menos de diez años de que toda la comunidad afroamericana se levantara contra el imperio yanqui de la mano del Dr. Martin Luther King, llena de esperanza e ilusión, viviera ahora en ghettos arruinados donde la dinámica para sobrevivir convirtió a sus habitantes en personas sojuzgadas, víctimas de la codicia, la crueldad y la insensibilidad. En esas condiciones nacieron las primeras generaciones de raperos, conscientes de la hipocresía y la barbarie del gobierno y de que el racismo institucional no había desaparecido. Todos esos nuevos artistas fueron influenciados por el ghetto que el gobierno blanco arruinó. Como todos los demás géneros de la música negra, fue un medio para contar esa realidad y, por supuesto, sin perder el groove.

Y así nos trasladamos allá, a principios de los ‘90, los años de A Tribe Called Quest, de Kool G Rap, de Ganstarr, del Wu-Tang Clan, de Pete Rock, de la Diggin’ in the Crates Crew. Todas las condiciones que el crack asentó fueron la causa de que se hicieran todos esos discos inolvidables: el dinero proveniente de la venta provocó que muchos jóvenes se atrevieran a fundar sus propias disqueras. La vida en la calle se hizo más acelerada y peligrosa. Así surgieron miles de historias que miles de chicos querían contar sobre un buen beat. Por esas épocas, un par de chicos de Queensbridge (uno de los multifamiliares más violentos de Nueva York) tenían el sueño de formar su propio RUN DMC. Pasaban el tiempo fumando marihuana, consiguiendo dinero para grabar sus primeros demos, buscando peleas con policías y exigiendo justicia en el barrio donde varios chicos habían desaparecido, casos concretamente relacionados con la brutalidad policiaca que se vivía día con día. Esa era la vida de Ill Will Graham y Nasir Jones. 

Una tarde cambiaría la vida de ambos para siempre. Tras una disputa en el ghetto, Ill Will recibió varios disparos a quemarropa. Muerte instantánea. Este suceso marcaría la vida de su camarada para siempre, a pesar del shock y la inevitable depresión por la partida de su mejor amigo.

Nas se enfocó en seguir rimando. Dejó la escuela y se educó por sí mismo, leyendo sobre la cultura y civilización africana, la Biblia, el Corán y The Five Percent Nation. A través de esta última organización en particular fue como Nas y otros muchísimos chicos afroamericanos del ghetto adquirieron su educación, sobre todo en las dos últimas décadas del siglo XX. Las Matemáticas y el Alfabeto Supremo, acompañadas de las Doce Joyas, destruyeron el mito de que un chico negro, por el simple hecho de ser de la calle, estaba destinado a ser ignorante. Esas enseñanzas expusieron las mentiras utilizadas por el hombre blanco para tratar a los antepasados africanos como animales. De todo esto se cultivó Nasir. Sus padres lo apoyaron y le prestaron dinero para que pudiera grabar sus primeros demos. En una de sus grabaciones estuvo presente un joven de 18 años que se hacía llamar Large Professor, que se encontraba grabando el disco debut de su grupo Main Source. Al escuchar las rimas de Nas, Large Pro quedó sorprendido y lo invitó a participar en una canción para su LP.

Con su aparición oficial en Live at the BBQ, Nas emprendió la marcha en camino a reclamar la antorcha como el único heredero de Rakim con un par de líneas legendarias: “Verbal assassin my architect pleases / When I was twelve I went to hell for snuffin’ Jesus”. Cuando Breaking Atoms salió al mercado, la gente empezó a preguntar quién era ese chico y de dónde era. Con su pequeña (ahora mítica) aparición, Nas sorprendió a todos. MC Serch de 3rd Bass se volvió su manager y le consiguió un contrato con Columbia Records.

Y así iniciaron las sesiones de grabación para su primer disco. Con un par de estrofas en el underground neoyorquino, Nas ya se había hecho un nombre entre la gente que escuchaba hip-hop. Varios creadores renombrados quisieron colaborar con él, lo que le permitió tener un grupo de productores de ensueño, lo mejor de lo mejor: DJ Premier de Ganstarr, Large Professor, Q-Tip de A Tribe Called Quest y el mismísimo Pete Rock, al que se le sumó otro viejo amigo de Nas, L.E.S. Tanta expectación hizo que el disco debut del fenómeno de Queens no fuese como cualquier otra ópera prima. Este ya era esperadísimo, cosa que Nas asimiló de buena forma y sacó lo máximo de sí en cada canción, al tiempo que logró extraer lo mejor de cada uno de los productores en las grabaciones. El álbum fue un debut brillante, poderoso, impactante, un disco en el que describe a la perfección la oscura y triste realidad de su entorno; a la vez, recuerda los buenos tiempos y muestra que aún hay esperanza. 

Con sólo diez canciones, me atrevería a decir que Illmatic dice más que cualquier otro disco en la historia del hip-hop. La producción sacude tu cabeza, evoca recuerdos y te sitúa en el mood perfecto para dejárselo todo a Nas, quien ilustra a la perfección la difícil vida en el ghetto: la vida va más allá del dinero, las armas y las drogas y, al mismo tiempo, deja enormes mensajes de motivación para los suyos.

El disco
En “The Genesis” escuchamos pasar en tren de Nueva York mientras al fondo escuchamos la comentada estrofa de Live at the BBQ. No es casualidad que esto suene en la intro del disco: esos son sus orígenes, tanto en la vida como en la música. Su génesis. De pronto, entra un oscuro y pesadísimo beat de DJ Premier, se escucha una alarma de ambulancia o de patrulla, señal de caos, de alerta. En “NY State of Mind” hace su entrada triunfal. Respira hondo. Seguro y firme: “Straight out the fuckin’ dungeons of rap / Where fake n***s don’t make it back”. El resto es historia. En cinco minutos, Nas hace una descripción súper explícita sobre su Nueva York y no estoy hablando del Empire State, de ir a ver jugar a los Yankees los fines de semana y mucho menos de la excéntrica vida nocturna. Lo que ve Nas en la ciudad que nunca duerme son crímenes, asesinatos, AK-47’s, peleas con policías y adictos al crack vendiendo chatarra por un par de dólares. En Nueva York hay que estar despierto, porque si te duermes puede que nunca más veas la luz. Hip-hop en su punto más alto.

Mucha gente pasa por muchísimas dificultades a lo largo de su vida. A veces, parece que simplemente estuvieron destinados a tener una existencia dura como la roca, sin recompensas, y cuando se dan cuenta, están en su lecho de muerte. “Life’s a bitch and then you die / That’s why we get high / ‘Cause you never know when you’re gonna go”. En “Life’s A Bitch”, AZ (único cameo en todo el disco) y Nas reflexionan sobre las luchas personales y dificultades para salir del ghetto. Antes no les importaba un carajo lo que hacían y gastaban su dinero en alcohol y marihuana, pero ahora es tiempo de pensar en el futuro. El solo final de trompeta fue ejecutado por Olu Dara, padre de Nas. Desgarrador. En contraste, se levanta “The World is Yours” con optimismo. Aquí aparecen algunas de las metáforas más complejas de todo el disco. Pete Rock y Nas mandaron un mensaje claro: Queensbridge, Brooklyn, South Bronx, Harlem, Staten Island: el mundo es suyo, tómenlo.

Este disco no se detiene. “Halftime” fue el primer sencillo, es el clásico primer track de presentación de cualquier rapero y es aquí donde Nas escupió algunas de sus primeras rimas, que dejan boquiabierto a cualquiera. “I set it off with my own rhyme / ‘Cause I’m as ill as a convict who kills for phone time”. O qué tal: “Back in ‘83, I was an MC sparking / But I was too scared to grab the mics in the parks and / Kick my little raps ‘cause I thought n***s wouldn’t understand / And now in every jam I’m the fuckin’ man!” Increíble.

Son cinco canciones para llegar, a mi parecer, al punto más alto del disco. Cuando creíste haberlo escuchado todo, DJ Premier cambia el ritmo y, gracias al sample de unos teclados memorables de “We’re In Love” de Reuben Wilson, llega la nostálgica “Memory Lane (Sittin’ in da Park”). Y me parece el punto más alto porque en esa canción Nas lo dice todo. Es una remembranza de los viejos tiempos, de pasar el rato con los camaradas, de sus inicios en la venta de drogas, las peleas en el barrio, la muerte de su viejo amigo Ill Will, las dificultades y peligros de haber crecido en un barrio problemático. Es honesto y acepta que rapea por dinero, por hacerse un nombre y por mujeres. Tan sólo busca una vida mejor que la que puede encontrar en su barrio. Habla de la hipocresía de las personas y, sobre todo, Nas no se olvida de sus amigos ni de sus raíces y así, les dedica las últimas líneas: “True in the fame, as long as blood is blue in my veins / I pour my Heineken brew / To my deceased crew on Memory Lane”. Una de las canciones más bellas que he escuchado.

“One Love”, bajo la producción de Q-Tip, está compuesta por una serie de cartas “ficticias” que Nas manda a un viejo amigo en prisión. Respeto, amor y lealtad, como sólo en los barrios se aprende: “So stay civilized, time flies though incarcerated your mind dies / I hate it when your mom cries / It kinda wants to make me murder for real-a / I even got a mask and gloves to bust slugs for one love”. Pura sabiduría de calle. “One Time 4 Your Mind” muestra de nuevo su talento fuera de serie para rimar con decenas de referencias, metáforas inteligentes y dejando claro que si jodes con él, jodes con el mejor. En “Represent”, otra hardcore gracias a la manufactura de DJ Premier, “Straight up shit is real and any day could be your last in the jungle”. Así, en menos de cuarenta minutos, llegamos a la última canción. Un final que sólo Illmatic podía tener. “It Ain’t Hard to Tell”, profunda como El resplandor: “Nas is like the Afrocentric Asian / Half man, half amazing”. Nas es el único que puede ver a Medusa a los ojos y convertirla en piedra. 

Para Nas, nada es difícil de expresar. Bastaron diez canciones para que un joven de tan sólo veinte años capturara las ruinas del Nueva York post-crack a través de su compleja y perfectamente estructurada poesía de calle pero, sobre todo (y lo más importante), directa y accesible para cualquier chico del ghetto. Era joven y observador. Y sí, habla de armas y violencia. Y lo hace porque para un chico de los projects es difícil imaginarse un mundo sin ellas.

Como todas las grandes creaciones musicales negras, Illmatic surge de la notable miseria en la que se encontraba la comunidad afroamericana. De la pobreza. De hermanos y hermanas luchando contra el abandono social y la negligencia política. Ese es el contexto en el que Nas da rienda suelta a su creatividad. Es una radiografía perfecta de lo que pasaba en los barrios de aquellos años, en la vida verdaderamente dura. Un clásico. Es el esfuerzo de un individuo por hacer algo grande respetando sus orígenes, su familia y a sus amigos. Es ser testigo de cómo la voz de un barrio puede afectar al mundo a través de la música. A Nas le tocó vivir la violencia, la padeció y, combinando todo esto con su talento, estableció un referente indiscutible en la historia de la música y de su cultura. Nas es un maldito poeta y su debut, Illmatic, es monumental.

C/S.

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