Eduardo Celaya: Auri sacra fames

por Eduardo Celaya*

Los sistemas sociales a lo largo del tiempo han estado relacionados, de manera directa, con la producción de riqueza. Es, al menos, el postulado de los estudios materialistas de la historia, en los que me formé algunos años atrás. Desde que la historia es historia —es decir, desde la invención de la escritura— la forma de producir riqueza, de repartir el trabajo y de organizarse como sociedad están entrelazadas. Así se evidencia: en la Antigüedad se tiene la propiedad de mano de obra como objeto, es decir, la esclavitud; después, la posesión de tierras surge como fuente de riqueza en el feudalismo del Medioevo; llegamos, luego, hasta la propiedad de fuerza de trabajo en el capitalismo, en lo que se conoce como Modernidad. Ya se ve: el ser humano siemprese ha valido de un sistema económico para sobrevivir, transformar el mundo y vivir en sociedad.

Estos sistemas económicos no son, ni aspiran a ser perfectos. Tienen graves defectos y contradicciones que, tarde o temprano, surgen, levantando hordas de detractores que señalan los graves errores que se cometen, abogando por una vida utópica en el que la riqueza, la producción, la transformación de la naturaleza o la división de trabajo no sean necesarios. Si un mundo como tal fuera posible, quiero creer que alguna cultura a lo largo de la historia habría dado ya con él. Los marxistas de cepa incluso hablan de un socialismo primitivo, mucho antes de la existencia del sistema esclavista, en el que no había propiedad privada, ni división del trabajo, ni clases sociales. Sin embargo, dicho sistema económico es puramente teórico, ya que no existe evidencia de su funcionamiento.

No es que hayan carecido las anternativas como el comunismo marxista o, llevado al extremo, el leninista (con el que no comulgo mucho, pero ese es otro tema). Así como se proponen planes y sistemas para acabar con las injusticias del capitalismo, sucedió también en el periodo esclavista y con el feudal. De lo que sí hay evidencia es que un sistema económico solo “cae” para ser sustituido por otro que resuelva mejor las necesidades humanas, aún a pesar de las contradicciones e injusticias que traiga consigo. Los señores feudales se dieron cuenta que un hombre libre era más productivo que un esclavo, siempre y cuando se tuvieran tierras productivas en propiedad. Los burgueses se dieron cuenta que se generaba mayor riqueza por medio del comercio y el intercambio, antes que por las relaciones de servidumbre, por lo que se instauró el régimen moderno que hoy conocemos. Es decir, el capitalismo difícilmente caerá para dar paso a un régimen comunista o socialista de amistad y fraternidad; antes bien, será sustituido por un nuevo sistema económico que busque mayor producción de riqueza Dios sabrá por qué medios. Es lo más probable, aunque no soy quien para predecir a ciencia cierta que así será.

¿A qué viene todo esto? Hace poco, en mis ratos de ocio en que navego por Internet, me encontré con una de esas publicaciones de Pictoline en las que se hace promoción de un producto por medio de una infografía. En este caso, era una imagen publicitaria de American Express en donde hablaban de las dificultades que los micro y pequeños empresarios experimentan al tratar de sobrevivir en el mercado actual. Como es mi costumbre, para entretenerme un rato, me metí a leer comentarios y mis expectativas no fueron defraudadas. Se podían leer, línea tras línea, críticas a la empresa de las infografías, diciendo que se sentían defraudados de que se traicionara la confianza del espectador, al incluir tan descaradamente un anuncio en su consumo de memes, chistes e información light de diario. Esto es común en este tipo de publicaciones, pero un comentario en especial me llamó mucho la atención. No solamente criticaba a Pictoline por hacer promoción —o propaganda, como decía esta persona— de una tarjeta de crédito, además decía que lamentaba mucho el hecho que, a pesar de buscar información sin sesgo en internet (en Facebook…), ahora se encontraba con que dicha fuente otrora confiable, ahora se había vendido a los intereses comerciales de una institución financiera.

El comentario de esta persona era lamentable por todos lados. Primero: ¿en verdad este individuo considera una fuente confiable y suficiente de información una infografía de Facebook? ¿En qué momento nos volvimos tan perezosos como para ya ni siquiera buscar una lectura o una opinión fundamentada, una discusión civilizada con alguien que tenga otros argumentos, una conversación con alguien informado y preferimos todo digerido con dibujitos y pocas palabras? Aunque ese no es el caso —pero sí es un tema que hay que traer a la mesa, y pronto—, el asunto que me llevó a reflexionar es el odio que la publicación desató por hacer publicidad. Muchas personas mencionaron .como respuesta al comentario qye traje a colación, que Pictoline a fin de cuentas es una empresa, y como tal, su objetivo es crear utilidades, pues en ella trabajan muchas personas que lo hacen para tener un sustento. El argumento válido a todas luces, pues dudo que una persona haga infografías bien ilustradas y promovidas en redes sociales solo por el amor al arte. Pero, entonces, ¿así funciona todo el Internet? ¿En qué confiamos y en qué no? Si todo es una gran empresa, ¿cómo navegamos por estas aguas?

Lo más grave, sin embargo, que veo en ese comentario, es el odio irracional que existe por la riqueza y, por consecuencia, por la gente que la tiene o la genera. Aparentemente, buscar tener ingresos no digamos ya excesivos, sino suficientes, es deleznable, pues el dinero envenena el alma, o al parecer lo hace. Y esta reducción a una conclusión tan pedestre viene precisamente del desconocimiento de cómo funciona el mundo, no digamos ya la economía. La generación de riqueza es tan necesaria como comer o respirar, pues esta riqueza es la misma que nos permite no solo adquirir alimento, también vivienda, educación, salud, transporte, entretenimiento, entre muchas otras cosas. Con esto no quiero decir que la acumulación irracional de capital sea lo mejor —¡lejos de ello! ¡y esa es otra cuestión que trae a la mesa con celeridad!— pero, así como no lo es, tampoco es saludable en ningún sentido el renegar totalmente de la riqueza y el dinero, pues la moneda como tal no es negativa.

La expresión auri sacra fames proviene de La Eneida, obra cumbre de Virgilio, al narrar el asesinato de Polidoro a manos de Poliméstor, rey de los tracios, con el fin de apoderarse del tesoro de Príamo que tenía el joven hijo de Hécuba. Esta expresión se usa generalmente cuando se denuncian los males que el hambre de riqueza causa en el hombre, justificando crímenes increíbles, como el Holocausto, los campos de concentración, las guerras, los asesinatos o las traiciones. Sin embargo, esta expresión también es un mal argumento al hablar de los horrores del capitalismo o de la economía. No es el dinero o la riqueza quienes cometen los males, es el mismo hombre y su ambición por el poder que la riqueza otorga. Buscar tener dinero, ya sea para sobrevivir, para ahorrar, o para lograr alguna meta no es intrínsecamente malo.

Un empresario que genera utilidades y por ello, acumula capital, no es el mismísimo Satanás, así como un pobre no es bueno, noble y sabio solo por sufrir carencias. No es conveniente caer en reducciones tan absurdas, dignas de un melodrama telenovelesco mal escrito. No caigamos en falacias reduccionistas como que el pobre es bueno, el rico es malo y quiere mi destrucción —y otros tropos erróneos y hasta malintencionados que pueden aplicarse a otras cuestiones macro de manera no sólo errónea, sino peligrosa, y que puede generar más chispas en un mundo de por sí inflamable—, pues no podemos olvidar que así como se necesita a alguien que cuide de los enfermos y recoja la basura, también se necesita de alguien que tenga ideas, alguien que invierta en ellas y alguien quien dé trabajo a los demás. Así funciona nuestro sistema. Y puede cambiar, cómo no, mejorarse, perfeccionarse. Es un sistema en crisis. Me parece conveniente que, antes que señalar a una empresa productora de infografías como vendida o corrupta, analicemos cómo funciona realmente el mundo y nos adaptemos a él o, con este conocimiento, poner en marcha mecanismos de cambio, antes que pretender «sanar» al mundo sentados en nuestro sofá.

Si vamos a opinar, vamos a opinar bien. Si vamos a hablar de sistemas económicos leamos a Marx, pero también a Adam Smith. Leamos a Hobbes, pero también a Max Weber… Preguntemos, discutamos, debatamos intentando aprender del otro y no solamente ganar el argumento online. Las pasiones nos despiertan del letargo pero si no las dominamos con la inteligencia, acaba todo en una entropía de voces que nada resuelve y sólo sigue abonando a lo disfuncional de nuestros sistemas.

C/S.

*Eduardo Celaya Díaz (Ciudad de México, 1984) es escritor e historiador. Alguna vez fue actor teatral y dramaturgo, pero se chingó la cadera. Ha escrito varias piezas teatrales cortas, cuentos y ensayos históricos. Interesado en temas de cultura, representaciones, discursos y género.

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